miércoles, 15 de enero de 2014

El Pequeño Libro de Insultos del Papa Francisco

Encerrados como estamos en este argentinismo, o más bien, porteñismo centralista devenido en universal, con Papa, Messi, Reina de Holanda, y hasta algún Emérito como El Diego, que también "es como tener al abuelito en casa", los argentinos y nuestro aguante hemos podido darle al Orbe varias lecciones de cómo hacemos las cosas en nuestra verdulería napolitana.

Nos gusta dar lecciones que nos tengan como referencia. Como autorreferencia.

El asunto es que los de afuera a veces no entienden cómo hacemos las cosas, y mucho menos cómo hablamos y nos tratamos por aquí, y a veces se sorprenden. Es difícil saber cómo le cae a un católico japonés, por ejemplo, la visión de rituales y protocolos violentados y vulgarizados. O a un coreano.
Vaya uno a saber....quizás les parece bien. No creo. No sé.

Pero hay una expresión inglesa, "to call somebody names" que es "to use impolite or unpleasant words to describe someone" (usar palabras descorteses o desagradables para describir a alguien). Lo que significa llanamente, insultarlo. Putearlo se dice acá o "ningunearlo". Primereando, claro. 
Esto levanta algunas cejas entre los que no conocen nuestra verdulería. Claro que en nuestra verdulería nos tratamos así, estamos acostumbrados y hasta nos parece una señal de familiaridad y de "cercanía", igual que el aliento a tinto y ajo, y el olor a fruta rancia.

Por eso no debe sorprender que haya salido por aquellos lados un librito
titulado "The Pope Francis Little Book of Insults", cosa de poder seguirle un poco el tranco a esta nueva Pastoral. 
Las cosas de nuestra verdulería, "al uso nostro" son cosas que no sabemos cómo caen por allá y que no entendemos bien cuando nos vienen de vuelta. Cuando un Cardenal alemán dice que tuvo una conversación "muy franca" con el Papa sobre el asunto de los divorciados, quiere decir que por poco no se volaron los capelos. Será alemán pero sabe de understatement, que no es ni eufemismo ni ironía. Es usar una expresión débil para resaltar algo fuerte. 
Quizás sea buena educación, nomás. 
En nuestra verdulería eso es ser un fifí, porque no lastima. Hay que lastimar. Hay que mostrar a todos que uno le cerró la boca al otro y después le pisó los callos. Si no, no sirve.

Tampoco nos debe sorprender un sufriente y llagado artículo como el de Life Site News, ¿De quién está hablando el Papa? , que en el medio de la frase llevaría un "carajo" para estar bien traducida, y aunque no se diga todos ya lo saben.

Así que acá tenemos algunos ejemplos del librito: 

¡Vieja solterona!

¡Fomentador de la coprofagia!

¡Especialista del Logos!

¡Contador de Rosarios!

¡Funcionario!

¡Neo-pelagiano, autorreferencial y prometeico!

¡Restauracionista!

¡Pelagiano involucionista!

¡Sr. y Sra. Quejas!

¡Triunfalista!

¡Cristiano líquido!

¡Cara de momia! 

¡Cortesano leproso!

¡Ideólogo!

¡Cara de funeral! 

¡Gnóstico!

¡Carrerista!

¡Desencantado con cara de vinagre!

¡Cristiano simulador! 

¡Obseso!

¡Obseso sexual!

¡Papagayo!

Etc. Hay cantidá.  
Después están los que, también dentro de nuestra verdulería, saben blasfemar en latín y mechar groserías con citas a Góngora. Pero ese sería otro tema y lo vamos a dejar para otro día.


J.







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